Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Papa: fidelidad y abandono en la Vida Consagrada
Aliento del Papa Francisco ante dificultades en la Vida
Consagrada: testimoniar a Cristo, irradiar su alegría, evangelizar sociedad,
cultura y juventud - REUTERS
28/01/2017 12:23SHARE:
Centralidad y testimonio de Cristo, irradiar su esperanza y
alegría y dejarse evangelizar, para evangelizar a la sociedad, a la cultura, a
la juventud
(RV).- Con su cordial
bienvenida a los participantes en la plenaria de la Congregación para los
Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Papa
Francisco expresó su aprecio por el trabajo que realizan al servicio de la vida
consagrada en la Iglesia y destacó la importancia del tema – fidelidad y
abandono - que eligieron para
reflexionar sobre las dificultades del momento presente:
«El tema que han elegido es importante. Podemos decir que, en
este momento, la fidelidad es puesta a prueba; lo demuestran las estadísticas
que han examinado. Estamos ante una ‘hemorragia’ que debilita la vida
consagrada y la vida de la misma Iglesia. El abandono en la vida consagrada nos
preocupa. Es verdad, que algunos dejan por un acto de coherencia, porque
reconocen, después de un discernimiento serio, que nunca tuvieron la vocación;
pero, otros con el pasar del tiempo faltan a la fidelidad, muchas veces sólo
pocos años después de la profesión perpetua ¿Qué ha sucedido?».
Son «numerosos los «factores que condicionan la fidelidad - en éste que es un cambio de época y no sólo
una época de cambio, en el que resulta difícil asumir compromisos serios y
definitivos» señaló el Santo Padre,
reflexionando, en particular, sobre tres de ellos: el contexto social y
cultural, el mundo juvenil y las situaciones de contra-testimonio en la vida consagrada.
Empezando por el primer factor, «que no ayuda a mantener la
fidelidad», es decir, el de la actualidad social y cultural, el Obispo de Roma
señaló que impulsa lo provisorio, que puede conducir al vivir a la carta y a
ser esclavos de las modas, alimentando el consumismo, que olvida la belleza de
la vida sencilla y austera, y que provoca un gran vacío existencial, con un
fuerte relativismo, con valores ajenos al Evangelio:
«Vivimos en una sociedad donde las reglas económicas sustituyen
las reglas morales, dictan leyes e imponen sus propios sistemas de referencia
en detrimento de los valores de la vida; una sociedad donde la dictadura del
dinero y del provecho propugna una visión de la existencia que descarta al que
no rinde. En esta situación, está claro que uno debe dejarse evangelizar antes,
para luego comprometerse en la evangelización».
En el segundo punto dedicado al mundo juvenil, recordando que no
faltan jóvenes generosos, solidarios y comprometidos en ámbito religioso y
social, el Papa se refirió asimismo a los desafíos que afronta la juventud y
alentó a contagiar la alegría del Evangelio:
«Hay jóvenes maravillosos y no son pocos. Pero, también entre
los jóvenes hay muchas víctimas de la lógica de la mundanidad, que se puede
sintetizar así: búsqueda de éxito a cualquier precio, del dinero fácil y del
placer fácil. Esta lógica seduce también a muchos jóvenes. Nuestro compromiso
no puede ser otro que el de estar a su lado, para contagiarlos con la alegría
del Evangelio y de la pertenencia a Cristo. Hay que evangelizar esa cultura si
queremos que los jóvenes no sucumban».
En el tercer factor, «que proviene del interior de la vida
consagrada, donde al lado de tanta santidad no faltan situaciones de
contra-testimonio», el Santo Padre reiteró la centralidad de Jesús, en la
misión profética de los consagrados:
«Si la vida consagrada quiere mantener su misión profética y su
fascinación y seguir siendo escuela de
fidelidad para los cercanos y los lejanos (cfr Ef 2,17) debe mantener el
frescor y la novedad de la centralidad de Jesús, la atractiva de la
espiritualidad y la fuerza de la misión, mostrar la belleza del seguimiento de
Cristo e irradiar esperanza y alegría».
En su denso discurso, el Papa puso de relieve asimismo la
importancia de la vida fraterna en la comunidad, alimentada en la oración, la
Palabra, los Sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación. Sin olvidar, la
cercanía a los pobres y la misión en las periferias existenciales, contemplando
siempre al Señor y caminando según el Evangelio y alentando la preparación de
acompañadores cualificados en la vida consagrada y el discernimiento.
(CdM – RV)
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